No es que los virus quieran atacarnos. Ni siquiera saben que existimos. A ellos les interesa su pequeño mundo que los rodea y nada más. Como a nosotros. (p. 234)
Con un título como Los días de la peste, podrías pensar que esta historia se trata de una época lejana del pasado. Pero resulta que el libro se ambienta en una prisión moderna en un país no especificado, una prisión que se ve afectada por un virus no identificado que se basa en el Ébola.
La prisión, conocida como La Casona, está representada como un ecosistema, si no un organismo, compuesta de la multitud que vive y trabaja allí, desde los pacos hasta los hijos de los prisioneros. Esta es la institucionalización como sociedad, como manera de vida, sobrepoblada y empobrecida. Para muchos, sin esperanzas de salir; para algunos, sin justicia ninguna.
La historia empieza con los primeros casos de la enfermedad, y documenta su progreso por la prisión, afectando a los varios personajes cuyas perspectivas se representan. Estas muchas perspectivas, que se van disminuyendo según mueren los personajes, reflejan muy bien la idea de la prisión como organismo, o como hormiguero, una entidad compuesta de muchas personas diferentes cuyos destinos se entrelazan.
Sin embargo, como afirma la cita arriba, también tienen poco conocimiento de la prisión como todo. Cada personaje, sea el Gobernador o el prisionero más maltratado en una celda de confinamiento solitario, ve y reporta solo una parte de lo sucedido, interpretándolo según sus propios creencias y prejuicios. Esto contribuye a la impresión de la confusión, la segmentación de información que facilita la plaga.
El autor demuestra una maestría en narración: el estilo, el uso de las palabras y la sintaxis cambia según el personaje que está narrando, haciendo creíble los personajes. Algunos son totalmente inocentes, como los niños o el prisionero que (según dice) ha sido encerrado por error judicial; otros son más complejos e incluso malos. Nos invita a simpatizar con estos personajes, incluso los peores, con sus miedos y su sufrimiento.
Mucho de la novela consiste en descripciones bastante gráficas del progreso de los síntomas de la plaga en los diferentes personajes. Esto puede resultar asqueroso e incluso predecible después de las primeras víctimas, pero creo que esta decisión narrativa juega un papel muy importante, y por eso es justificada.
Es gráfico porque no se niega a describir la enfermedad tal y cómo es. La repetición de los síntomas en las personas – los prisioneros y los que trabajan y gobiernan la prisión – pone énfasis en el hecho de que la plaga les afecta igualmente a todos, y releva su humanidad común.
Y si la propagación de la enfermedad resulta predecible, es porque lo es, en un ambiente tan sobrepoblado, con pocos servicios sanitarios y médicos, como señala el propio personaje de La Doctora. Es que al resto de la sociedad, y el gobierno, les da igual lo que pasa en La Casona, a menos que les pueda afectar a ellos.
El libro incorpora de manera muy hábil otros asuntos sociales y políticos que impactan a la comunidad de prisioneros, y que interactúan con la creciente amenaza de la plaga. La prohibición de la religión de la «culta de la Innombrable» afecta a los prisioneros, que la han convertido en el enfoque de sus esperanzas y su descontento con el gobierno.
El conflicto resultante, y el desdeño hacia los prisioneros que este representa y engendra, dificulta la imposición de la cuarentena tanto por el caos de los disturbios como por la distracción que supone para los funcionarios del gobierno, que se fijan más en suprimir a esta tendencia religiosa que la creciente amenaza de la plaga.
En este libro, Edmundo Paz Soldán incorpora la cultura de la institucionalización que existe en Estados Unidos y otros países, muchas veces como resultado de políticas «duras» contra las drogas. Critica este tipo de prisión, y la poca preocupación que tiene el resto de la sociedad hacia lo que pasa dentro, reflejado en la falta de equipo médico cuando más se necesita.
Me ha parecido un libro muy actual. Aunque afortunadamente, hasta la fecha, no hemos tenido un brote de Ébola en una prisión, hay muchas enfermedades que afectan más a los marginados, como el SIDA y la tuberculosis. No reciben tanta atención como Ébola por la mala razón de que no se piensa que puedan transmitir a las personas de las clases sociales más altas.
Esta es la situación que representa Paz Soldán: los funcionarios del gobierno ficticio no hacen caso de los avisos de la Doctora de la prisión, porque piensan que la plaga no les afectará a ellos.
Al final, en Los días de la peste, se deja abierta la cuestión de si esto pasará o no, para enfocarse en el sufrimiento de los personajes pobres y marginados, que de por sí debería ser una razón por la cual preocuparse por la mala salud en las prisiones y los lugares empobrecidos.
Es interesante cómo Paz Soldán utiliza la forma narrativa – especialmente las múltiples perspectivas – no simplemente para exponer y criticar este tema social, sino también para enfatizar la igualdad fundamental de las personas.
También me ha gustado otro libro de este escritor, Los vivos y los muertos, y por eso tengo planes de leer aún más de su obra.